Algo más que una generación dorada

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Hoy el mundo del fútbol amaneció con un hecho histórico; por primera vez Bélgica ocupa el primer lugar de la Clasificación Mundial FIFA. Una Selección que hace siete años alcanzaba su más baja ubicación desde que se instauró el ranking en 1993 al figurar en el escalafón 71, hoy llega a la cima debido a una reformulación de sus bases que hizo que la llamada «segunda generación dorada» sea un producto de ese trabajo y no una mera casualidad.

La decisión del jamaiquino Peter Prendergast de sancionar una inexistente infracción de Marc Wilmots sobre Roque Junior cuando el juego todavía estaba igualado cambió por completo el rumbo del partido. Brasil terminó imponiendose por 2-0 con goles de Rivaldo y Ronaldo y la Selección de Bélgica quedó eliminada en los octavos de final del Mundial 2002.

Sin embargo, el daño ya estaba hecho. El digno papel de los Diablos Rojos en Corea-Japón fue el último coletazo de un equipo de veteranos cuya debacle había comenzado a fines de la década de los noventa.

A pesar de ser un pequeño país con alrededor de once millones de habitantes en donde el ciclismo es igual o más importante que el fútbol, Bélgica ha logrado destacar a lo largo de la historia en el balompié, siendo potencia antes de la creación de la FIFA y teniendo sus años dorados en la década de los ochenta. Con jugadores como Jean-Marie Pfaff, Michel Preud’homme, Enzo Scifo, Jan Ceulemans, Franky Van der Elst y Eric Gerets, entre otros, Los Diablos Rojos obtuvieron el subcampeonato en la Eurocopa de 1980 y terminaron en cuarto lugar en el Mundial de México 1986.  Sumados al tercer puesto en la Euro que ellos mismos organizaron en 1972, esos son los máximos logros que ha conseguido esta humilde Selección.

Jan Ceulemans vs URSS en México 1986. (AFP)

Pero el recambio no llegó, el fútbol cambió, Bélgica no se aggiornó y los años noventa fueron testigos de la caída de un equipo que, luego de perder los tres partidos en el Mundial de Francia 1998, iba a sufrir una última humillación en la Eurocopa que organizaron junto a Holanda en el 2000, en la que tras vencer a Suecia en el debut, cayeron frente a Italia y Turquía y se despidieron en primera ronda.

El caso de Bosman en 1995 (paradójicamente un futbolista belga) había llevado a que la liga de Bélgica se debilitara al ver a sus jóvenes talentos marcharse a países con ligas más competitivas como Francia y Holanda.  La humillación sufrida en casa durante la Euro 2000 fue la gota que rebalsó el vaso. Los tiempos estaban cambiando en el fútbol europeo y Bélgica había quedado estancada.

Michel Sablon y el golpe de timón

Con el comienzo del siglo XXI la Real Federación Belga percibió que hacía falta un cambio rotundo y acudió al hombre indicado para llevarlo a cabo. Michel Sablon había sido segundo entrenador de Guy Thys durante los Mundiales de 1986, 1990 y 1994. Vivió desde adentro tanto la época dorada como la decadencia del fútbol belga.

Michel Sablon inspiró el cambio en el fútbol belga.

Michel Sablon inspiró el cambio en el fútbol belga.

Desde su cargo como director técnico de la Real Federación, se tomó su tiempo para realizar un diagnóstico de la situación antes de elaborar y  presentar su propuesta. Acudió a la Universidad de Lovania para llevar a cabo una investigación en el fútbol juvenil, la cual consistió en la filmación de más de 1500 partidos en las distintas categorías. El estudio demostró que se estaba haciendo énfasis en ganar y conseguir buenos resultados y no en el desarrollo de los futbolistas. Niños menores de diez años estaban jugando partidos en los que tocaban una sola vez el balón en media hora. Algo no estaba bien en el sistema.

Aunque había sido un fracaso desde lo futbolístico, la Eurocopa que organizó Bélgica había dejado importantes ganancias para la Federación. Sablon se encargó de que se invirtieran en la formación y encargó la construción de un Centro Nacional de Fútbol en Tubize,  en las afueras de Bruselas.

El equipo de trabajo encabezado por Sablon se inspiró en la tarea que estaban llevando a cabo en los países vecinos de Francia y Holanda para diagramar un plan de trabajo dirigido hacia tres grupos específicos. En primer lugar, los clubes, segundo las selecciones nacionales y tercero los entrenadores de las escuelas. El mismo contaba con un conjunto de directivas que apuntaban a unificar el esfuerzo de los tres grupos bajo un mismo objetivo.

Una de las principales órdenes para aquellos que estaban a cargo de la enseñanza del fútbol en Bélgica se refirió a un cambio de táctica. La mayoría de los equipos en Bélgica a fines de los noventa estaban jugando 4-4-2 o 3-5-2, con una propuesta defensiva que se apoyaba en el contraataque. Es por eso que buscaron modificar este estilo de juego y obligaron a los equipos menores de menores de 18 años a jugar con un 4-3-3. Se apuntaba a desarrollar jugadores con mayor riqueza técnica, haciendo foco en las habilidades para el regate.

Bajo esta misma premisa, también se cambió el sistema de competencia en las categorías infantiles.  Con el objetivo de profundizar en la técnica individual, se realizaría una transición hacia el fútbol de 11vs11 que pasaría de enfrentar equipos de dos jugadores, de cinco, de siete y de ocho a lo largo de las distintas categorías juveniles, antes de llegar al tradicional once por lado.

La otra arista fundamental del proyecto era abrir la práctica de fútbol para todos los niños del país, sin importar sus orígenes o sus condiciones sociales. La idea era utilizar el deporte como una herramienta de inclusión social. Bélgica contaba con una enorme cantidad de población de origen africano que no era tenida en cuenta por el sistema futbolístico. Apenas los hermanos Mpenza son un caso aislado de jugadores negros que triunfaron con los Diablos Rojos. Sablon veía aquí una buena oportunidad para aprovechar la fortaleza física y la destreza de estos hijos de inmigrantes que podían enriquecer el fútbol belga.

La Droixhe, barrio en la periferia de Lieja, de donde salieron jugadores como Benteke y Witsel.

No fue para nada sencillo, pero a fuerza de presentaciones, reuniones, estudios y demostraciones, Sablon de a poco fue logrando que lo escucharan y que tanto en las escuelas como en los clubes adoptaran sus medidas para trabajar en el desarrollo de los futbolistas. Fueron años difíciles, en los que los resultados no acompañaron y el proyecto fue altamente cuestionado. Bélgica pasó de ocupar el puesto 16 del ranking FIFA en 2003 al 45 en 2004, y la caída continuó en los años siguientes.

2007, una nueva esperanza

Los resultados de la Selección Mayor no hicieron más que empeorar. Pasaron distintos entrenadores pero el panorama no cambiaba. Los Diablos Rojos fallaron en clasificar a las Eurocopas de 2004 y 2008, así como al Mundial de Alemania 2006. En el año 2007 Bélgica tocó su posición más baja en la Clasificación Mundial FIFA: el puesto 71. Pero justo cuando las críticas al proyecto de Sablon se escuchaban con mayor fuerza, apareció un destello de luz, algo a lo que aferrarse para defender el trabajo que se venía llevando a cabo.

En mayo de 2007 Bélgica organizó la Eurocopa Sub-17 y alcanzó las semifinales del certamen, quedando eliminada por penales ante España, que luego vencería a Inglaterra en la final. Esta fue el primer resultado positivo del proyecto que se había puesto en marcha seis años atrás. Sin embargo, de ese equipo que despertó la esperanza solo cuatro futbolistas sobrevivieron: Guillaume François (Sporting Charleroi), Nill De Pauw (Guingamp), Christian Benteke (Liverpool) y Eden Hazard (Chelsea). El resto no logró dar el salto de calidad y se perdieron en las divisiones inferiores del fútbol belga.

Hazard y Benteke, las dos caras conocidas.

Una de las claves del plan de Sablon apuntaba a que aquellos jóvenes que destacaban en las selecciones juveniles fueran ascendidos rápidamente a la siguiente categoría de edad para que pudieran aprender de los mayores y competir contra futbolistas de mayor calidad. Esto explica porqué Hazard, Benteke, François  y tantos otros tenían solo 16 años en aquella Eurocopa Sub-17. Sin embargo, también puede ser el motivo por el cual muchos no lograron dar el siguiente paso, como sí lo hizo Eden, quien con solo 17 años debutó en la Selección mayor. Pero claro, hablamos aquí de un fuera de serie.

De todos modos, no fueron solo los más chicos los que alimentaron la esperanza. En junio de ese mismo año se llevó a cabo en Holanda la Eurocopa Sub-21 y Bélgica también fue semifinalista allí. El equipo entonces dirigido por  Jean-François de Sart cayó por 2-0 ante Serbia y se quedó en las puertas de la definición. Thomas Vermaelen, Nicolas Lombaerts, Jan Vertonghen, Kevin Mirallas, Guillaume Gillet, Sebastien Pocognoli, Marouane Fellaini, Laurent Ciman, Anthony Vanden Borre y Axel Witsel son algunos de los jugadores que formaron parte de ese seleccionado. Algo estaba cambiando…

La unión hace la fuerza

El diseño de Sablon comenzó a dar frutos. Pronto, equipos de ligas como la Eredivisie, la Ligue 1 y la Premier League comenzaron a tomar nota del buen trabajo que se estaba realizando en la formaciones de juveniles en Bélgica y apuntaron sus cañones hacia allí. Con mayor capacidad económica y por ende mejores instalaciones de trabajo, le ofrecieron a los talentos belgas la oportunidad de emigrar cuando todavía eran adolescentes y completar su formación en el extranjero.

Los ejemplos son múltiples. Thomas Vermaelen, Jan Vertonghen y Toby Alderweireld recalaron en la academia del Ajax cuando tenían entre 15 y 16 años. Hazard llegó a Lille con 14, misma edad que tenía su hermano Thorgan cuando fichó por Lens. Divock Origi tenía 15 cuando partió rumbo a Lille, mientras que Zakaria Bakkali arribó a PSV con solo 12 años. Thibaut Courtois ya era titular en Atlético de Madrid con 19,  al igual que Romelu Lukaku en la Premier League. La lista es infinita y demuestra que la gran mayoría del plantel actual de Bélgica ya jugaba en el exterior a los 21 años.

Atrás quedaron los Vercauteren, van der Elst, Ceulemans, Claesen y demás apellidos de tradición belga. Ahora en los Diablos Rojos ya se podían encontrar jugadores de origen congoleño como Kompany y Benteke, magrebí como Fellaini y Chadli, y de todas partes del mundo como Mirallas, con raíces españolas, Nainggolan, de padre indonesio, Witsel, de origen martinicano, o el caso reciente de Januzaj, quien tenía la opción de optar por seis nacionalidades distintas.

Esta mezcla de jóvenes talentosos con orígenes de lo más variado volvió a despertar la esperanza de los belgas en su selección. Sin embargo, los Diablos Rojos no lograron clasificar al Mundial de Sudáfrica 2010 y, a pesar de cambiar de entrenador,  volvieron a fallar en el camino a la Eurocopa 2012. Bajo el comando de George Leekens, Bélgica no era más que un rejunte de individualidades prometedoras, pero sin espíritu de equipo. Cada uno tiraba para su lado, no había una idea de unidad.

Leekens no logró despertar el espíritu nacional en los jugadores.

Como un reflejo del momento que atravesaba la selección belga, en mayo de 2012 Leekens dejó su cargo tras recibir una oferta del Club Brujas. Sí, priorizó un club belga antes que la selección. Aunque claro, de todos modos ya no tenía respaldo en el combinado nacional. En su lugar, la Federación apuntó a Marc Wilmots, quien había sido asistente durante los últimos dos procesos.

El N° 1.

Wilmots fue un referente de los Diablos Rojos en la década del noventa y portó la cinta de capitán en la última Copa del Mundo que disputaron. Tras su retiro, tuvo un breve paso por la política, donde desde su rol como senador intentó aportar para generar unión en un país que ha estado históricamente dividido entre valones y flamencos, dos regiones que incluso tienen cada una su propia lengua. Pero lo suyo es el fútbol, y es por eso que aprovechó la oportunidad que se le presentó para llevar a cabo su misión allí y difundir sus ideales en el equipo nacional.

Hoy los Diablos Rojos son un símbolo del país. Han logrado unir a una población multicultural. Tous Ensemble (Todos Juntos) es el lema, lo que cantan los aficionados cada vez que agotan las localidades del Estadio Rey Balduino o cuando acompañan a su equipo por Europa. Hay toda una estrategia de marketing detrás de los Diablos Rojos, pero esa parafernalia jamás hubiese funcionado sin los resultados deportivos que se consiguieron de la mano de Marc Wilmots.

El exjugador de Schalke 04 tomó el mando con Bélgica en el puesto 44 del ranking FIFA. Para fin de año ya había logrado subir hasta el 21° escalón. Wilmots dejó atrás las barreras culturales e idiomáticas y le dio identidad al equipo. El carácter que demostraba en su época como jugador se vio reflejado en sus dirigidos, quienes comenzaron a acoplarse y a potenciar sus individualidades. Momentos de buen fútbol y buenos resultados llevaron a que el nuevo entrenador consiguiera el objetivo para el cual había sido contrato: volver a un Mundial.

Bélgica ganó invicta su grupo de Eliminatorias para Brasil 2014 con ocho triunfos y dos empates y consiguió así el boleto a la Copa del Mundo después de doce años sin jugar ningún torneo mayor. Los Diablos Rojos llegaron al Mundial como la 11° mejor selección del mundo y terminaron el certamen en el sexto lugar, luego de caer ante Argentina en los cuartos de final.

Esto recién comienza

Después de regresar a un Mundial, el siguiente objetivo era volver a una Eurocopa, algo que consiguió el equipo de Wilmots en la última fecha FIFA. Los Diablos Rojos cerraron su participación en las Eliminatorias para Francia 2016 con triunfos sobre Andorra e Israel y se clasificaron como líderes del Grupo B con siete victorias, dos empates y una derrota.  Además, aprovecharon los traspiés de Alemania y Argentina durante octubre y consiguieron un hecho histórico: escalar al primer lugar de la Clasificación Mundial FIFA.

Ahora los cañones belgas apuntan a la Eurocopa de Francia, donde buscarán explotar la madurez de este equipo que ya se afianzó y ganó en el último Mundial el roce internacional que le faltaba. Esta selección va a llegar como una de las candidatas a pelear por el título y todos en la tierra de los waffles y las papas fritas sueñan con poder conquistar su primer a Euro en el país vecino.

Pero a no desesperar. Hay que hacer caso omiso a quienes pregonan que si los Diablos Rojos no logran el título el año que viene todo este esfuerzo y está «generación dorada» habrá sido en vano. Si hay algo que estamos señalando aquí es que el proyecto belga va más allá de los jugadores que hoy visten la camiseta de la selección. Ellos son recién el comienzo de un trabajo que comenzó hace unos quince años y que hoy se está buscando profundizar.

Sobre las bases del diseño de Sablon, en la Federación Belga siguen elaborando esquemas de trabajo para que el desarrollo de sus futbolistas no se quede estancado y se adapte a la coyuntura. En 2012 se inauguró un nuevo proyecto bautizado Gagner et grandir (Ganar y crecer), el cual incluye nuevas directivas dirigidas a los encargados de la formación de jóvenes con la idea de no salirse del camino.

Hoy Bélgica cuenta con una gran cantidad de jóvenes talentosos que están esperando su chance en la Selección detrás de los actuales Diablos Rojos y el buen presente de la Sub-17, semifinalista en la última Eurocopa y de gran andar en el Mundial de Chile demuestra que más abajo también hay chicos con mucho futuro, capaces de asumir el reto de mantener a Bélgica donde logró colocarla el equipo de Wilmots y por qué no, ir un paso más allá y darle a su gente ese título que le ha sido esquivo a lo largo de su historia.

El futuro de los Diablos Rojos.

Por Joaquín Mosquera (@joaquinmosquera)